martes, 12 de marzo de 2013

VIAJE A LA ALCARRIA. CAMILO JOSÉ CELA



Por: Sara Inés Gómez B.
El libro que elegí para esta tertulia es “EL Viaje a la Alcarria” del premio nobel de literatura (1989), el español Camilo José Cela. Es la primera vez que leo algo de este escritor.
La Alcarria es una comarca natural española situada en la submeseta sur, que comprende la mayor parte del centro y sur de la provincia de Guadalajara, el nordeste de la provincia de Cuenca (ambas en Castilla-La Mancha) y el sureste de la comunidad de Madrid.  Es una región llena de paisajes y parajes naturales muy bellos con sus ríos y arroyos. Abundan allí las hierbas aromáticas como el tomillo, el romero, el espliego y la lavanda y eso hace que la miel de la Alcarria sea famosa. Otros productos son el cordero, el aceite y los vinos de denominación de origen de Mondéjar y Sacedón y Arganda. (Wikipedia)
Camilo José Cela inició su viaje a la Alcarria el 6 de Junio de 1946 y los concluyó 10 días después.  La descripción corresponde a  la España pobre de la posguerra. La “ruta de la Alcarria” es famosa, no sé si tanto como “el camino de Santiago”.
El relato está hecho en tercera persona. Esto hace una diferencia con los relatos tradicionales de viajes en los cuales la narración está hecha en primera persona.  El protagonista principal es “el viajero”, quien sale de Madrid a recorrer  la Alcarria.
La mayor parte del viaje lo hace a pié, aún cuando utiliza todo medio de transporte que se le va presentando en el camino. El viajero va ligero de equipaje: un morral y una cantimplora. Su salida de Madrid, desde donde inicia el viaje, es un recorrido muy detallado por las calles aledañas a la estación del tren, en cuanto a las personas que va viendo a su paso, el paisaje urbano, el ambiente, su fisionomía, su actividad, sus conversaciones y lo que va ocurriendo en el tren. El viajero no tiene nombre, lo cual me lleva a mí a pensar que el “viajero” puede ser cualquiera de nosotros y que en algo se asemeja al viaje que vamos haciendo por el camino de la vida. En cada pueblo se encuentra con personas sencillas, amables, que le ofrecen comida y alojamiento. A su vez el viajero es acompañado por diferentes personas de un pueblo a otro y con ellas comparte su escasa comida. Casi siempre ésta consta de: pan, chorizo, huevos duros o carne, vino y agua. En todos los pueblos hace un recorrido por la plaza, sus calles, los lugares llamativos  y entra a las tabernas a tomar vino y comer aceitunas y allí conversa con la gente. Siempre habla de los hombres, mujeres, ancianos y niños que ve en los pueblos y con la mayoría de ellos conversa algo.
Desde el momento en que el viajero va en el tren a Guadalajara aprovecha cada detalle para hacer una copla y así en el libro hay muchas coplas basadas en hechos cotidianos o parajes del camino. Un ejemplo:
                Si buscas novia en Teruel,
                Búscatela forastera;
                Mira que matan de amor
                Las mujeres de esta tierra.
En todos los encuentros con otras personas cada quien se presenta, dice su nombre pero el del viajero nunca se conoce para el lector. En algunos pueblos busca a amigos y los visita. Muchos de los  pueblos son pobres, pero sus gentes son siempre generosas. Yo veo el valor de la generosidad y el compartir presentes a lo largo de todo el texto. También la sencillez del viajero que a veces contrasta con lo que algunos quieren presumir de sus antepasados. El viajero es muy reflexivo, cauto y siempre quiere mantener un equilibrio sin mostrar sus emociones. Prefiere observar las emociones de otros. Es una especie de psicólogo que va indagando, percibiendo como actúan y como son los seres humanos y reflexionando sobre la vida. Muestra una ternura especial con los niños y les dedica tiempo y atención. Se encuentra con todo tipo de personas,  con los personajes típicos de los pueblos: el cura, el alcalde, el comerciante, la dueña de la posada, las señoritas casaderas, el bobo, el loco, con los que tienen apodos, etc… y con animales comunes como el perro, el gato, el burro. Todos ellos muestran sus alegrías, sus tristezas y narran parte de sus historias, aquellas, pienso yo, que más sentido han tenido en su vida o mayor impacto.
En el encuentro con un buhonero  hace una descripción muy detallada de él y como ésta son muchas las que hace acerca de las personas y lugares que va conociendo: …”tiene los párpados mondos y lirondos, sin una pestaña, y lleva una pata de palo, mal sujeta a un muñón  con unas correas. Tiene una cicatriz que le cruza la frente y una nube en un ojo, una nube color azul celeste, casi blanca. Es bajo y estrechito como un alfeñique, y tiene malas pulgas” …
En uno de los pueblos visita una escuela y una maestra muy orgullosa de su labor le pregunta a una de las niñas: ¿Cuál fue la mejor reina de España? La niña responde que Isabel la Católica. ¿Por qué? Porque luchó contra el feudalismo y el Islam, realizó la unidad de nuestra patria y llevó nuestra religión allende los mares. La maestra le dice que es su mejor alumna. El viajero le da un dulce a la niña, le pregunta su nombre y le dice:” ¿tú sabes lo que es el feudalismo? La niña responde No, señor. ¿Y el Islam? No, señor. Eso no viene”. Una crítica muy buena al sistema de educación imperante, que a mi modo de ver, sigue aún en mucha de nuestra educación en Colombia.
En Pastrana, el último pueblo que visita el viajero se encuentra con que unos tapices de Alfonso V de Portugal hechos allí y que permanecieron un buen tiempo en este lugar  han sido llevados a Madrid y los pastraneros los reclaman. “El viajero piensa que con esto de meter todas las cosas de mérito en los museos de Madrid, se está matando a la provincia que, en definitiva, es el país. Las cosas están mejor un poco revueltas, un poco en desorden; el frio orden administrativo de los museos, de los ficheros, de la estadística y de los cementerios, es un orden inhumano, un orden antinatural; es en definitiva, un desorden. El orden es el de la naturaleza que  todavía no ha dado dos árboles o dos montes o dos caballos iguales. Haber sacado  de Pastrana los tapices para traerlos a la capital ha sido, además, un error: es mucho más grato encontrarse las cosas como por casualidad, que ir a buscarlas ya a tiro hecho y sin posible riesgo de fraude. En Fin…”  Me gusta esta reflexión porque creo que lo lindo de ir a un pueblo es ver las cosas del pueblo tal como son y encontrar que tiene  carácter propio  y no un estándar impuesto.
La lectura de este libro me abrió nuevas posibilidades de conocer más la geografía de España, las expresiones tan propias de los pueblos españoles, sus costumbres y modos de vida. Y la naturaleza humana, que siempre estamos en proceso de conocer un poco. Viajé por la Alcarria con el viajero, me cansé como él en sus jornadas, disfruté de la compañía de la gente aldeana, sencilla y generosa, me tomé unas cuantas copas de vino, comí aceitunas y tortilla.

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