Por: Sara Inés Gómez B.
El libro que elegí para esta tertulia es “EL
Viaje a la Alcarria” del premio nobel de literatura (1989), el español Camilo
José Cela. Es la primera vez que leo algo de este escritor.
La Alcarria es una comarca natural española
situada en la submeseta sur, que comprende la mayor parte del centro y sur de
la provincia de Guadalajara, el nordeste de la provincia de Cuenca (ambas en
Castilla-La Mancha) y el sureste de la comunidad de Madrid. Es una región llena de paisajes y parajes
naturales muy bellos con sus ríos y arroyos. Abundan allí las hierbas
aromáticas como el tomillo, el romero, el espliego y la lavanda y eso hace que
la miel de la Alcarria sea famosa. Otros productos son el cordero, el aceite y
los vinos de denominación de origen de Mondéjar y Sacedón y Arganda.
(Wikipedia)
Camilo José Cela inició su viaje a la Alcarria
el 6 de Junio de 1946 y los concluyó 10 días después. La descripción corresponde a la España pobre de la posguerra. La “ruta de
la Alcarria” es famosa, no sé si tanto como “el camino de Santiago”.
El relato está hecho en tercera persona. Esto
hace una diferencia con los relatos tradicionales de viajes en los cuales la
narración está hecha en primera persona.
El protagonista principal es “el viajero”, quien sale de Madrid a
recorrer la Alcarria.
La mayor parte del viaje lo hace a pié, aún
cuando utiliza todo medio de transporte que se le va presentando en el camino.
El viajero va ligero de equipaje: un morral y una cantimplora. Su salida de
Madrid, desde donde inicia el viaje, es un recorrido muy detallado por las
calles aledañas a la estación del tren, en cuanto a las personas que va viendo
a su paso, el paisaje urbano, el ambiente, su fisionomía, su actividad, sus
conversaciones y lo que va ocurriendo en el tren. El viajero no tiene nombre,
lo cual me lleva a mí a pensar que el “viajero” puede ser cualquiera de
nosotros y que en algo se asemeja al viaje que vamos haciendo por el camino de
la vida. En cada pueblo se encuentra con personas sencillas, amables, que le
ofrecen comida y alojamiento. A su vez el viajero es acompañado por diferentes
personas de un pueblo a otro y con ellas comparte su escasa comida. Casi
siempre ésta consta de: pan, chorizo, huevos duros o carne, vino y agua. En
todos los pueblos hace un recorrido por la plaza, sus calles, los lugares
llamativos y entra a las tabernas a
tomar vino y comer aceitunas y allí conversa con la gente. Siempre habla de los
hombres, mujeres, ancianos y niños que ve en los pueblos y con la mayoría de
ellos conversa algo.
Desde el momento en que el viajero va en el
tren a Guadalajara aprovecha cada detalle para hacer una copla y así en el
libro hay muchas coplas basadas en hechos cotidianos o parajes del camino. Un
ejemplo:
Si
buscas novia en Teruel,
Búscatela
forastera;
Mira
que matan de amor
Las
mujeres de esta tierra.
En todos los encuentros con otras personas cada
quien se presenta, dice su nombre pero el del viajero nunca se conoce para el
lector. En algunos pueblos busca a amigos y los visita. Muchos de los pueblos son pobres, pero sus gentes son
siempre generosas. Yo veo el valor de la generosidad y el compartir presentes a
lo largo de todo el texto. También la sencillez del viajero que a veces
contrasta con lo que algunos quieren presumir de sus antepasados. El viajero es
muy reflexivo, cauto y siempre quiere mantener un equilibrio sin mostrar sus
emociones. Prefiere observar las emociones de otros. Es una especie de
psicólogo que va indagando, percibiendo como actúan y como son los seres
humanos y reflexionando sobre la vida. Muestra una ternura especial con los
niños y les dedica tiempo y atención. Se encuentra con todo tipo de
personas, con los personajes típicos de
los pueblos: el cura, el alcalde, el comerciante, la dueña de la posada, las
señoritas casaderas, el bobo, el loco, con los que tienen apodos, etc… y con
animales comunes como el perro, el gato, el burro. Todos ellos muestran sus
alegrías, sus tristezas y narran parte de sus historias, aquellas, pienso yo,
que más sentido han tenido en su vida o mayor impacto.
En el encuentro con un buhonero hace una descripción muy detallada de él y
como ésta son muchas las que hace acerca de las personas y lugares que va
conociendo: …”tiene los párpados mondos y lirondos, sin una pestaña, y lleva
una pata de palo, mal sujeta a un muñón con unas correas. Tiene una cicatriz que le
cruza la frente y una nube en un ojo, una nube color azul celeste, casi blanca.
Es bajo y estrechito como un alfeñique, y tiene malas pulgas” …
En uno de los pueblos visita una escuela y una maestra muy orgullosa de
su labor le pregunta a una de las niñas: ¿Cuál fue la mejor reina de España? La
niña responde que Isabel la Católica. ¿Por qué? Porque luchó contra el
feudalismo y el Islam, realizó la unidad de nuestra patria y llevó nuestra
religión allende los mares. La maestra le dice que es su mejor alumna. El
viajero le da un dulce a la niña, le pregunta su nombre y le dice:” ¿tú sabes
lo que es el feudalismo? La niña responde No, señor. ¿Y el Islam? No, señor.
Eso no viene”. Una crítica muy buena al sistema de educación imperante, que a
mi modo de ver, sigue aún en mucha de nuestra educación en Colombia.
En Pastrana, el último pueblo que visita el viajero se encuentra con que
unos tapices de Alfonso V de Portugal hechos allí y que permanecieron un buen
tiempo en este lugar han sido llevados a
Madrid y los pastraneros los reclaman. “El viajero piensa que con esto de meter
todas las cosas de mérito en los museos de Madrid, se está matando a la
provincia que, en definitiva, es el país. Las cosas están mejor un poco
revueltas, un poco en desorden; el frio orden administrativo de los museos, de
los ficheros, de la estadística y de los cementerios, es un orden inhumano, un
orden antinatural; es en definitiva, un desorden. El orden es el de la
naturaleza que todavía no ha dado dos
árboles o dos montes o dos caballos iguales. Haber sacado de Pastrana los tapices para traerlos a la
capital ha sido, además, un error: es mucho más grato encontrarse las cosas
como por casualidad, que ir a buscarlas ya a tiro hecho y sin posible riesgo de
fraude. En Fin…” Me gusta esta reflexión
porque creo que lo lindo de ir a un pueblo es ver las cosas del pueblo tal como
son y encontrar que tiene carácter
propio y no un estándar impuesto.
La lectura de este libro me abrió nuevas
posibilidades de conocer más la geografía de España, las expresiones tan
propias de los pueblos españoles, sus costumbres y modos de vida. Y la naturaleza
humana, que siempre estamos en proceso de conocer un poco. Viajé por la
Alcarria con el viajero, me cansé como él en sus jornadas, disfruté de la
compañía de la gente aldeana, sencilla y generosa, me tomé unas cuantas copas
de vino, comí aceitunas y tortilla.
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