lunes, 16 de febrero de 2015

EN MARZO PEDRO GÓMEZ VALDERRAMA.

La magia de Pedro Gómez Valderrama
EN UN TEXTO MUY DIVERTIDO, EL arte de morir en las palabras, sobre epitafios y últimas palabras, Pedro Gómez Valderrama escribió:
Por: Fernando Denis

“Seguramente, y con la mejor intención, se han inventado las últimas palabras, en muchos casos como en aquellos en los cuales la posteridad espera recibirlas. En algunos, sin embargo, ellas pueden ser auténticas, en especial si son hijas del delirio. Las de Balzac: ‘Llamad a Bianchon’, el médico creado por él en sus novelas, tienen mucha autenticidad”.

Las fechas de Pedro Gómez Valderrama son 1923 y 1992. Era escritor y demonólogo; también ejerció las labores de diplomático y de ministro. Desde muy joven quiso ser poeta hasta que descubrió que su verdadera vocación era el cuento. Profesaba una enorme admiración por la literatura inglesa y por Jorge Luis Borges. Aunque mucho se ha hablado de la influencia de Borges en su obra, yo diría que su prosa, manchada de esplendor y de época, se asemeja más a la de Mújica Laínez, ese otro coloso latinoamericano.

El historiadior Darío Ortiz Vidales, padre del ilustre pintor neoprerrafaelita Darío Ortiz Robledo, sostenía que las dos mejores novelas históricas que se habían escrito en Colombia eran La otra raya del tigre, de Pedro Gómez Valderrama, y Carretera al mar, de Tulio Bayer.

Su hijo Pedro Alejo Gómez, hoy director de la Casa de Poesía Silva, lo define así en su prólogo a los Cuentos Completos: “La suya era una de esas raras vidas que, como los signos chinos, enteras son una sola palabra, que sólo puede traducirse con muchas otras. La escritura es la misma autobiografía, pero en clave. Ello explica su porte, su elegancia soberana que era la misma de sus textos”.

Ebrio de la neblina del siglo diecinueve, después de haber leído a Aldous Huxley y de haber recorrido los laberintos de Londres en busca de Mr. Hide, Pedro Gómez Valderrama se aficionó a los demonios y a las brujas, y escribió un libro casi gótico, muy extraño, que llamó Muestras del Diablo, donde confirma que es demasiado curioso que la historia de la brujería no sea contada por sus protagonistas, las brujas, y que quienes la narran las detesten o hablen mal de ellas.

“La historia de la brujería, infortunadamente, es la historia de su exterminio. Es una historia redactada siempre por el enemigo, vista siempre a la distancia que imponían la hoguera o los instrumentos de tortura”, escribe Gómez Valdemarra, y más adelante llama la atención sobre una estadística que como cosa rara no registran los libros del DANE, y es el número exacto de demonios que contó el demonólogo Juan Weir: siete millones cuatrocientos cinco mil novecientos veintiséis. Y agrega, además, que el verdadero poder de las brujas no está en los filtros sino en la belleza. Aquí Gómez Valderrama no habla obviamente de la popular bruja con escoba, muy fea y que asusta, sino de brujas auténticas, magas, videntes y atractivas como Circe.

Dos cosas fundamentales perdurarán en mí de Pedro Gómez Valderrama: una es la traducción magistral que hizo al español del poema “Near Perigord” (“Cerca de Perigord”), del poeta norteamericano Ezra Pound, donde se cuenta la historia del trovador provenzal Bertrans de Born, que aparece en el último pantano del infierno de Dante, llevando la cabeza en la mano a manera de linterna. Y la otra es su cuento “Eliécer y Rebeca”, que parece sacado de un cuadro de Velázquez.

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